Sangre Gorda de Hermanos Álvarez Quintero

Síguenos en : | Facebook | Twitter | Youtube | Google+ |
        JaVgloo


"Sangre Gorda" de los sevillanos Joaquín y Serafín - Hermanos Álvarez Quintero -

Luis Reina y Guadalupe Núñez en una buena y entretenida interpretación, de esta obra corta de los Quintero, donde la paciencia y la calma, quiso el destino unir con la impaciencia y el brío.

«Grande pena es la de un siego
que no ve por donde va,
pero mayor es la mía,
que no sé tu voluntá.»
                                                  --------------------------------------------
La que quiera como yo,
sepa que yo le deseo
un novio de lo mejó:
torpe o listo, guapo o feo,
¡pero sangre gorda no!»



    14 0618 02 MH0100 


Habitación en casa de Candelita, linda costurera de Arenales del Río (Sevilla). Una puerta a la
izquierda y otra a la derecha. Al foro una ventana sin reja que da a un patio lleno de luz. Pocos
muebles. Entre ellos una máquina de coser, un costurero y un bastidor para bordar. Candelita,
sentada cerca de la ventana, cose y canta a la vez, desasosegada y nerviosa. Ella es una pólvora,
como suele decirse, y se halla, además, en un momento crítico de su corazón.
CANDELITA:
"Grande pena es la de un siego
que no ve por donde va,
pero mayor es la mía,
que no sé tu voluntá."
¡Por vía der merengue! ¡Ya cosí una manga ar revés! (Suelta la costura y se levanta
sofocadísima). Señó, si no es posible; si no tengo la cabesa en la costura.
¡Ay, qué condenasión de hombres!... ¿Dónde he echao mi abanico? ¿Dónde he echao mi
abanico?
Aquí está. (Se abanica con furia). Como San Lorenso voy yo a morí por ese sangre gorda de
Santiago: ¡achicharrá! ¡Jesú, qué sofoco! Soplo y caliento el aire. (Pasea unos momentos rabiosa
y como dándose razones a sí misma). Mira, Candelita, vamos a cosé, que te tiene más cuenta.
(Vuelve a sentarse a ello).
Digo, a descosé; porque ahora tengo que descosé esta manga. (Lo hace de un tirón). Por
poquito la rompo. Y luego, pague usté la tela... ¡Mar fin tengan los hombres!... (Cantando como
antes).
«Grande pena es la de un siego
que no ve por donde va...»
(Se levanta repentinamente de un salto). ¡Ea, que no coso!, ¡que no coso y que no coso! ¡Si no
pueo cosé! ¡Si por las uñas me está saliendo elertrisidá!... ¡Ay!
(Pasea, se sienta, se levanta, se abanica y no está un punto quieta). ¡Ay! Es que se dise muy
pronto, señó: dos años. ¡Dos años! Se dise muy pronto: dos años. Ya está: ¡dos años! Enero, er
carnavá, la cuaresma, la Semana Santa, la primavera, er verano, los baños en er río, la vendimia
y las sambombas de Nochebuena. ¡Dos años! Y empiese usté otra vez con enero y acabe usté
con er Niño Dios. ¡Dos años! Se dise muy pronto: ¡dos años! Dos años viniendo a mi casa día
por día ese plomo de hombre, gustándole yo —porque sé que le gusto—, gustándome é —
porque eso es lo más malo, que ér me gusta— y sin haberme dicho toavía: «Candelita...
arrímese usté a mí, que vi a ensendé un sigarro».
¡Ay, qué sangre más gorda le ha dao su Divina Majestá! En to Arenales der Río no se encuentra
otro. ¿Qué habré yo hecho, pa que Dios me castigue de esta manera? ¡Yo, que soy una tira de
triquitraques, enamorá de un hombre que hasta en apagá un fósforo echa tiempo! ¡Y no hay
más que hasé así! (Sopla con vehemencia). Y ya está apagao. Por supuesto, que se acabaron los
rodeos. De hoy no pasa que aclaremos la situasión. O me dise sus intensiones, o le digo que me
está perjudicando y que no güerva. ¡Que no güerva!... Si ahí está la dificurtá: que yo quiero que
güerva... ¡Por vía der merengue!...
(Se sienta otra vez a coser). De tos modos: no lo sufro más. ¡Yo no voy a pasarme la juventú
aguantando a ese chinche! De hoy no pasa; no pasa. (Canta de nuevo):
«Dos vereítas iguales:
¡cuár de las dos cogeré!
si cojo la de mi gusto
mi perdisión ha de sé».
Ahí viene ya. Ya siento sus andares. Pa echá una pierna le píe permiso a la otra... y no se lo da
toas las veses. ¡Jesú!
SANTIAGO: (Dentro). ¿Ze pué pazá?
CANDELITA: Adelante. (Pausa). ¡Adelante! (Nueva pausa. Levantándose y abriendo la puerta
de la izquierda). Pero ¿se ha muerto usté?
(Aparece Santiago).
SANTIAGO: Me estaba escondiendo... Güenos días.
Me estaba escondiendo las correíyas de las botas. Como zé que a usté no le gusta que ze me
vean...
CANDELITA: ¿Y no ha tenío usté tiempo en toa la mañana pa esconderse las correíyas?
SANTIAGO: Tené tiempo, zí he tenío tiempo; zino que no me he acordao hasta er momento
mesmo en que pregunté zi ze podía pazá. ¡Las cozas e la memoria, que vaya usté a entenderla!
CANDELITA: (Reprimiendo la primera fresca del día). Güeno: siéntese usté, si quiere, que
estará usté cansao del ejersisio. (Se sienta ella).
(Santiago es un mozo del pueblo, pulido y simpático, pero despacioso de lengua, de movimientos
y de ademanes, hasta la desesperación).
SANTIAGO: Ahora me zentaré. Antes vi a dejá er zombrero en otra ziya. (Va a dejarlo, en
efecto, y previamente sacude el asiento con el pañuelo).
CANDELITA: No se mancha: no tenga usté cuidao.
SANTIAGO: Es la costumbre der café.
CANDELITA: Ya.
SANTIAGO: ¿Zu papá de usté está güeno?
CANDELITA: Está güeno: grasias.
SANTIAGO: ¿Y zu mamá de usté, está güena?
CANDELITA: (Atajando el padrón). Está güena toa la familia.
SANTIAGO: ¿La hermanita güena también?
CANDELITA: ¿No le digo a usté que toa la familia?
SANTIAGO: ¿Y tito Juan?
CANDELITA: ¡Tito Juan es hermano de mi madre!
SANTIAGO: Pero ¿está güeno?
CANDELITA: ¡Ay!
SANTIAGO: ¿Qué le paza a usté?
CANDELITA: Nada.
SANTIAGO: Vi a zentarme ya. (Acerca una silla a la de Candelita, y le sacude el asiento como a
la otra).
CANDELITA: ¡La costumbre der café!
SANTIAGO: Ezo mesmo.
CANDELITA: Si no fuera usté ar café perdería la dichosa costumbre.
SANTIAGO: Poco va a durá. Porque vengo notando hace doz años que er café me ercita.
CANDELITA: ¡Sí! ¡Si lo que le conviene a usté es sarsaparriya, pa refrescá la sangre!
SANTIAGO: ¡Je! Ha tenío usté zalero. ¡Lo que me gusta a mí hablá con usté, Candelita!
CANDELITA: ¿Ah, sí? ¡También lo vengo yo notando hase dos años!
SANTIAGO: ¡Je! Y es curiozo esto. Ar principio nos hacían la tertulia zu papá de usté, zu
mamá de usté, zu hermanita de usté, y er tito Juan de usté. Pero primero er papá, que zu
carpintería; luego la mamá, que los quejaceres de zu caza; después er tito Juan, que no ze haya a
gusto más que jugando ar tute, y por fin la hermanita, que zi laz amigas, que zi qué zé yo qué...
Totá: que noz han dejao zolos a usté y a mí.
CANDELITA: Pos tenga usté cuidao no se quee usté solo der to.
SANTIAGO: ¿Es que va usté a zalí quizás?
CANDELITA: ¡Por peteneras!
SANTIAGO: ¡Je! Ziempre de guazita.
CANDELITA: ¡Siempre!
SANTIAGO: Pero, ¿de veras va usté a zalí?
CANDELITA: Sí, señó: a entregá una farda.
SANTIAGO: ¿A qué hora?
CANDELITA: ¿Qué hora es?
SANTIAGO: ¿Hora? Verá usté. Yo arranqué de mi caza a las diez y cuarto. De mi caza ar café,
que está ayí a la vera, diez minutos. Totá: las diez y veinticinco. Tomé café con leche... y una
copita. Totá: laz once menos cuarto. Fui a la bodega de don Rufino: laz once menos diez.
Discutí con é zi ze zurfatan las viñas o zi no ze zurfatan: laz once y cinco...
CANDELITA: (Estallando). Pero, arma mía, ¿no tiene usté reló?
SANTIAGO: Tengo reló; zino que me gusta carculá la hora en el aire.
CANDELITA: ¡Es que mientras usté la carcula suena er de la iglesia!
SANTIAGO: Mejón zi zuena: porque entonces pongo bien er mío.
CANDELITA: ¿Y qué hora tiene usté en er suyo?
SANTIAGO: (Después de sacar el reloj y de aplicárselo al oído). ¿Por la iglezia o por la
estación?
CANDELITA: (Levantándose). ¡Por er demonio que se lo yeve a usté! Déme usté er reló. (Se lo
quita de la mano, lo mira y se lo devuelve furiosa). ¡Las dose menos cuarto! ¡Ya salimos de
dudas! ¡Jesú con el hombre!
SANTIAGO: ¡Qué viva de genio ez usté!
CANDELITA: No, hijo mío, es que no pué aguantarse que yeve usté reló y pierda tanto tiempo
carculando las horas.
SANTIAGO: ¿Y a que no zabe usté por qué lo hago? To tiene zu porqué. Por zi argún día ze
me orvía er reló. Como me acuesto a oscuras toas las noches, por zi arguna vez ze me orvían los
fósforos.
CANDELITA: ¿Y por qué no prueba usté a andá deprisa un día, por si arguna vez se le orvía
andá despasio?
SANTIAGO: No ze me orvía, no. Ezo va con mi naturá. Yo zargo a mi padre.
CANDELITA: Ah, ¿de manera que es herensia? ¿No tiene arreglo?
SANTIAGO: Ni farta. Er pobrecito de mi padre me lo decía: «Er que anda apriza ez er que
trompieza.
Déjate dí espacito. Espacito; espacito...»
CANDELITA: ¡Pos sí que está usté bien educao! (Se sienta).
SANTIAGO: ¡Que zi lo estoy! Mi padre era un hombre de mucha cencia. No abría la boca zi
no era pa zortá una márzima. En fin, nació pobre lo mesmo que el hambre, y me dejó los
piaciyos de tierra que tengo... Na más una pena ze yevó al otro mundo.
CANDELITA: ¿Cuá?
SANTIAGO: No habé podío darme una carrera.
CANDELITA: ¡A usté no le da una carrera ni su padre ni toa su casta!
SANTIAGO: ¡Je! En er zentío del estudio, Candelita. Yo empecé a estudiá.
CANDELITA: ¿Pa qué?
SANTIAGO: Pa er telégrafo.
CANDELITA: (Soltando la risa). ¿Pa er telégrafo usté? ¡Ja, ja, ja!
SANTIAGO: Pa er telégrafo; no ze ría usté; pa er telégrafo.
CANDELITA: (Volviendo a levantarse). ¡Vamos, hombre! Hiso usté bien en no seguí. ¡Primero
que los partes de usté yegaban toas las cartas! ¡Aunque las yevaran andando!
SANTIAGO: ¡Qué viva de genio ez usté!
CANDELITA: También es herensia.
SANTIAGO: ¿Zí?
CANDELITA: Sí, señó.
(Pausa. Santiago la mira embelesado. Ella, alentando alguna esperanza de que el hombre se
anime v rompa de una vez, lo estimula con miraditas zalameras).
SANTIAGO: Ziempre ha de está usté con la riza en los labios.
CANDELITA: Siempre, no.
SANTIAGO: Delante de mí por lo menos.
CANDELITA: Eso es otra cosa. To tiene su porqué, como ha dicho usté antes.
SANTIAGO: ¿Zí?
CANDELITA: Ya se ve que sí... ¡mala persona!
SANTIAGO: ¡Mala perzona dice!... ¡mala perzona!... ¡Je! (Nueva pausa. Candelita lo mira
fijamente. Él la mira también, pero sin darse clara cuenta de la intención que ella pone en sus
ojos. Al fin exclama): ¡Qué gracia tiene cuando dos ze yevan un rato azi como nozotros, na más
e mirándoze, zin decirse na y como zi ze dijeran argo!... Ezo paza mucho.
CANDELITA: (Desesperada). ¡Mucho pasa! ¡Mucho!
SANTIAGO: (Levantándose). ¿Me deja usté que me fume un pitiyo?
CANDELITA: ¡Fúmese usté aunque sea un cohete!
SANTIAGO: Zi le incomoda a usté, no fumo.
CANDELITA: ¿A mí incomodarme? ¡Ya pué usté fumá hasta que se le acabe er resueyo!
SANTIAGO: ¿Pero qué bicho le ha picao a usté de pronto?
CANDELITA: ¡Que no encuentro un oviyo... que estoy buscando hase dos años!
SANTIAGO: ¡Vaya una coza! No es pa zofocarze de eza manera. (Se asoma a la ventana y se
distrae en soplar despaciosamente el humo del cigarro). Misté, misté cómo ze va el humito.
CANDELITA: (¡Ay! ¡Yo no puedo más! ¡Yo tiro por la caye de en medio!) (Se sienta).
SANTIAGO: ¿Zale de aquí el zeñó Frasquito, er de la Zambrana?
CANDELITA: De aquí sale.
SANTIAGO: A la cuenta de hablá con zu papá de usté.
CANDELITA: De hablá con mi papá, sí, señó.
SANTIAGO: Zon mu amigos.
CANDELITA: ¡Muy amigos. Y ahora tratan de sé argo más. Como el señó Frasquito tiene un
hijo moso...
SANTIAGO: ¡Ah, zí!... Juan María. Mu zimpático.
CANDELITA: ¿Verdá que lo es?
SANTIAGO: Mu zimpático, y mu formalito... y de lo mejón que hay en Arenales.
CANDELITA: ¡Vaya! Me alegro de que piense usté así.
SANTIAGO: ¿Le gusta quizás zu hermanita de usté?
CANDELITA: No, señó. (Se señala ella).
SANTIAGO: ¿Cómo? (Candelita vuelve a señalarse, sonriendo). ¿Qué?
CANDELITA: ¡Que le gusto yo!
SANTIAGO: (Asombrado). ¿Que le gusta usté?
CANDELITA: ¡Sí, hijo mío! ¡Que le gusto yo! ¿No pueo yo gustarle a la gente? ¡Ni que fuera
yo er león der correo de Córdoba, que dise mi papá que es lo más feo que ha visto en er
mundo!
SANTIAGO: Pero ¿usté ha hablao arguna vez con Juan María?
CANDELITA: ¡Muchas veses! ¿No ve usté que somos vesinos?
SANTIAGO: Guazitas ahora no. Digo que zi ha hablao usté con é de estos particulares.
CANDELITA: ¡Ya lo creo!
SANTIAGO: ¿Cuándo?
CANDELITA: De estos particulares, anoche mismo.
SANTIAGO: ¿Anoche?
CANDELITA: Anoche.
SANTIAGO: ¿A qué hora?
CANDELITA: ¿Hora? Verá usté: (Remedándolo con mala sangre). Yo acabé de comé...
serían las ocho. Sí: las ocho eran; recuerdo que dieron las Ánimas. Estuve luego de palique
con Mariquita la de aquí ar lao. Totá: las ocho y diez. Después vino er periódico y le leí a mi
papá la sesión de susesos. Totá: las ocho y veinte. En seguía entró usté... y charlamos como de
costumbre. Totá: las diez y media. Se fue usté...
SANTIAGO: ¿Pero ze guazea usté, Candelita?
CANDELITA: No, señó: ¡echo las cuentas en el aire, por si argún día se me orvía er reló!
SANTIAGO: Es que a mí me corre priza zabé...
CANDELITA: Es usté muy vivo de genio. Espasito, espasito... que er que anda aprisa es er
que tropiesa, como le enseñó a usté er talento de su papá. ¡Qué talento de hombre! ¡Oh!
SANTIAGO : Vamos, vamos... Oigame usté en zerio.
CANDELITA: ¿Qué pasa?
SANTIAGO: Paza... paza... Haga usté er favó de zentarze a mi lao.
CANDELITA: ¡Digo! (Lleva una. silla junto a la de Santiago, busca tranquilamente un
trapo cualquiera, dando lugar a la extrañeza y a la impaciencia de él, y acaba por sacudir el
asiento con sorna).
SANTIAGO: ¿Qué hace usté, niña?
CANDELITA: ¡La costumbre der café! To se pega.
SANTIAGO: ¿No le he dicho a usté que me oiga en zerio?
CANDELITA: Pero, ¿quién se ríe?
SANTIAGO: Usté por dentro, Candelita.
CANDELITA: Ea, pos ya me tiene usté como un juez, por dentro y por fuera.
SANTIAGO: ¿Es verdá ezo de que usté le gusta a Juan María?
CANDELITA: Cruse usté la caye y pregúnteselo usté a é, ya que, por lo visto, es un
fenómeno que yo puea gustarle a ese hombre.
SANTIAGO: ¿Y es verdá que Juan María le gusta a usté?
CANDELITA: Sí, señó, que me gusta.
SANTIAGO: ¿Que le gusta a usté?
CANDELITA: ¡Que me gusta, Santiago, que me gusta! ¿Y sabe usté por qué me gusta?
¡Porque tiene sangre en las venas en vez de manteca colorá! ¡Porque si me ve a la puerta e mi
casa, se aserca a mí y me dise veintisinco flores en un minuto! (Se levanta para hacer a lo
vivo la escena). «¡Grasiosa!, ¡bonita!, ¡carita de sielo!, ¡boquita de mié!, ¡cuerpesito de pluma,
que echas a andá y hasta las farolas de la caye se ensienden solas pa alumbrarte!, ¡benditos
sean los ojos con que me estás mirando!, ¡y la boca con que te ríes de mí!, ¡y la manita con
que me paras pa que no me aserque!, ¡y la camita donde vas a acostarte pa soñá conmigo!...,
¡y bendita seas tú de arriba abajo!»
¡Y esto me lo dise con fuego en los ojos, con caló en las palabras, con cariño pa siempre;
como les disen los hombres las cosas a las mujeres que quién pa eyos, no como dise usté si se
surfatan o no se surfatan las viñas! ¡Sangre gorda! ¡Ya tiene usté explicao por lo que me gusta
ese hombre! (Vuelve a sentarse, pero lejos de él).
SANTIAGO: (Aplanado por la revelación). ¡Güeno está! Me ha dejado usté zin temperatura.
¿Es decí que de ná me ha zervío a mí vení a esta caza desde hace doz años, un día tras de otro,
zin fartá ninguno?
CANDELITA: El único que ha ganao ha sío er siyero.
SANTIAGO: Deje usté las guazitas.
CANDELITA: Si es que no entiendo lo que quié usté desirme.
SANTIAGO: (Un poco emocionado). Zeñó, que de ná me ha zervío vení a zu caza tos los
días... pa que usté comprenda que la quiero.
CANDELITA: (Fingiendo gran sorpresa, tras un movimiento de alegría). ¿Que usté me
quiere a mí?
SANTIAGO: ¡Pero zi estoy viniendo tos los días!
CANDELITA: ¡Hijo de mi arma, también er de las burras de leche viene tos los días a dejá
un cuartiyo pa mi madre, y hasta ahora no sé yo lo que le parezco!
SANTIAGO: ¿Va usté a compará una coza con otra?
CANDELITA: Pero, ¿usté me ha dicho arguna vez que le gusto?
SANTIAGO: Yo... yo..., ¡yo estoy viniendo desde hace doz años tos los días!
CANDELITA: ¿Y pensaba usté seguí lo mismo?
SANTIAGO: ¡Claro! Hasta vé...
CANDELITA: ¿Hasta vé qué?
SANTIAGO: Hasta vé... hasta vé...
CANDELITA: ¡Hasta vé si yo le tiraba er costurero a la cabesa! (Se levanta).
SANTIAGO: ¡Ez usté mu viva de genio!
CANDELITA: Muy viva. Y usté no perdía na con cambiá er suyo con un amigo.
SANTIAGO: Yo hago to lo que usté me mande.
CANDELITA: ¿A que no?
SANTIAGO: ¿A que zí?
CANDELITA: (En tono de burla). Pos ahora cuando sarga usté, busca usté a mi papá, se
aserca usté a é... y le da usté la enhoragüena.
SANTIAGO: (Con recelo). ¿La enhoragüena? ¿Por qué?
CANDELITA: Porque ha sabío usté... que Juan María... se entiende con mi hermana Dolores.
SANTIAGO: ¿Pero es con Dolores con quien ze entiende Juan María?
CANDELITA: ¡Naturarmente, arma de cántaro!
SANTIAGO: (Loco de contento). ¡Hombre!..., ¡hombre!..., ¡me güerve la temperatura! Y
ezo, ¿cuándo ha zío? ¿Cómo ha zío?
CANDELITA: ¿Cómo había de sé? ¡Como son esas cosas! Le gustó er domingo, se lo dijo er
lunes, y se quié casá er martes.
SANTIAGO: Mu depriza va ezo..., ¡pero me güerve la temperatura!
CANDELITA: ¿Sí, eh? Pos mucho ojo, y no dé usté lugá a que se le vaya otra vez pa
siempre.
SANTIAGO: ¡Yo zeguiré viniendo tos los días!
CANDELITA: (Aterrada). ¿Quéeeee?
SANTIAGO: (Temeroso). ¿Va usté a prohibirme vení?
CANDELITA: Lo que le digo a usté es una cosa: que si he de quererlo, tiene usté que tomá
una medisina pa aclararse la sangre. Las mársimas der sabio de su papá se las guarda usté pa
un librito. Mañana, a las sinco de la mañana, voy a la ermita de la Luz a resarle a la virgen: es
devosión que tengo er día 13; a las siete voy a la Plasa a vé si hay flores; si no las hay ayí, voy
ar güerto de Pepa; luego voy ar río, a pasearme por la oriya; después a casa de Manuela
Romero, que tiene una chiquiya mala; después a misa a San Fransisco: después aquí a amorsá;
me asomaré durante el almuerso a la ventana de la caye Larga, ar barcón que da a la caye
Corta y a la asotea por er pretí desde donde se ve la Plasuela; después de armorsá voy a casa
de la Garbosa a entregarle una farda, a casa de doña Réditos a entregarle una blusa, y a casa
de don Andrés a vé si me paga lo que me debe. Y después a la confitería, y después a comprá
unos encajes, y después a recogé unos sapatos nuevos... y después donde se me ocurra. Pos
güeno: en tos esos sitios quiero verlo a usté ar yegá y al irme. (Santiago se levanta
asombrado). Y si farta usté en uno solo, voy yo a tardá en desirle a usté si lo quiero lo que
usté ha tardao en desírmelo a mí. Conque hasta mañana si Dios quiere. (Se va resueltamente
hacia la puerta de la derecha).
SANTIAGO: ¡Pero escuche usté, Candelita!...
CANDELITA: Hasta mañana si Dios quiere.
SANTIAGO: ¡Pero comprenda usté que en tres cayes a un tiempo!...
CANDELITA: ¡Así se demuestra er cariño! ¡Hasta mañana si Dios quiere! (Entra decidida
por la puerta de la derecha, dejándolo con la palabra en la boca).
SANTIAGO: Hasta mañana zi Dios quiere... Zí; porque de pazao... yo no respondo de está
vivo. Conforme der to en que yo tome una medicina pa aclararme la zangre; pero conforme
der to también en que eya necezita echarle un poquiyo e jierro a la zuya. ¡Compadre, qué
zangre más ligera gasta la niña! En fin, lo prencipá ya lo he lograo. Mi padre me lo dijo
ziempre: «En er zurco hay que derramá er grano a poquito a poco...» Hasta mañana zi Dios
quiere.
(Se va por la puerta de la izquierda, mirando hacia la otra).
CANDELITA: (Saliendo por donde se fue). ¡Ay! ¡Ha nesesitao banderiyas e fuego... pero ya
esto es viví!
(Se a soma a la ventana muy contenta). ¡Hasta mañana, Santiago!
SANTIAGO: (Dentro). ¡Zi Dios quiere, Candelita, zi Dios quiere!
CANDELITA: (Retirándose de la ventana). Sí querrá. ¿Por qué no ha de queré, si los dos
queremos?
(Al publico):
La que quiera como yo,
sepa que yo le deseo
un novio de lo mejó:
torpe o listo, guapo o feo,
¡pero sangre gorda no!
FIN

Síguenos en : | Facebook | Twitter | Youtube | Google+ |
        JaVgloo
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario